Validar el Código Validar esta página

Orígenes y desarrollo de la ciencia andalusí
(Primera Parte)




Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, etc.
Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, etc.

Es más que conocido el tópico que afirma que la Edad Media -la época transcurrida entre el derrumbe del Imperio Romano occidental y el Renacimiento- es un periodo gris, dominado por la intransigencia religiosa, el barbarismo, la ignorancia científica y las supersticiones y las pseudociencias. Por suerte, tras la Revolución Francesa surgieron una buena cantidad de eruditos que han colocado las cosas en su sitio, haciendo ver que si bien no fue la época más brillante, tampoco merece ser tan denostada, y que en ella se gestaron los gérmenes de algunos de los ideales y las instituciones más valoradas por las sociedades europeas actuales.

Fue a partir de la creación del emirato cordobés cuando se empieza a notar un interés claro y organizado por las ciencias. Desde el s. IX se empezaron a impulsar algunos trabajos científicos aislados en al-Andalus. Pero fue hacia mediados del s. X bajo la influencia de Oriente, y gracias al mecenazgo de ªabderrahmân III y al-hakam, cuando se asienta la cultura y la práctica científicas, aunque estaban representadas por sabios orientales, cristianos y judios. Pero los andalusíes se aplicaron y aprendieron deprisa y hacia finales del s. X empezaron a sobresalir en los campos de la Astronomía, la Agricultura, la Medicina y la Botánica.

AGRICULTURA, GANADERÍA, MINERÍA Y PESCA

El interés de los andalusíes por estas materias se produjo muy temprano, y reinando ªabderrahmân I (756-788) ya se creo el jardín de la Arruzafa (الرُصَافَة / ar-ru.sâfaä) en Córdoba y se hicieron las primeras pruebas de aclimatación de especies botánicas foráneas. En esta época se estudiaron y perfeccionaron las técnicas agrícolas existentes en la península, y en el tercer cuarto del s. X se compuso el Calendario de Córdoba, obra de ªarîb ibn Saªîd y Rabîª ibn Zayd dedicada a al-Hakam II. En él figuran las labores del campo agrupadas por meses del calendario solar. De esta forma ya quedaban establecidas unas bases sólidas para la agronomía y la botánica andalusí, que en los siglos siguientes haría surgir numerosos especialistas, tratados agrícolas y jardines botánicos (.sumâdihiyya en Almería; el Jardín del Sultán en Sevilla, la Huerta de la Noria en Toledo, etc.).

Los andalusíes fueron expertos en el aprovechamiento de las aguas, como demuestran los restos de presas, así como el uso del molino de agua (رَحـَا / rahâ), la noria (نَاعـوُرَة / nâªûraä), etc, que aún quedan en los ríos españoles; la efectividad de sus sistemas agrícolas fueron tales, que la nomenclatura agrónoma está llena de vocablos y hábitos heredados: tahona (طـَاحوُنـَة / .tâhûnaä), aceña (السَانِيَة / as-sâniyaä), acequia (السَاقِيَة / as-sâqiyaä); el actual Tribunal de las Aguas valenciano proviene de una institución árabe antigua llamada La Inspección de los Riegos (وِكَالـَتُ السَاقِـيَة / wikâlatu s-sâqiyaä). A ellos les debemos la gran profusión del cultivo del olivo, huellas que aún podemos rastrear en las palabras: aceituna (الزَيْـتوُنَة / az-zaytûnaä), aceite (الزَيْـت / az-zayt), almazara (المَعْـصَرَة / al-ma.saraä). Practicaban el sistema de rotación bienal de cultivos y conocían todas los tipos de injertos; además hacían un uso racional de los abonos, usando los estiércoles animales, los cienos y fangos fluviales y las pajas de los vegetales, y como consecuencia de ello sus huertas eran muchísimo más ricas en especies que las que se encontraban en los territorios cristianos hispánicos. Practicamente podían consumir verduras frescas todo el año.

Sería larguísimo enumerar todas las clases y variedades de plantas que cultivaron, tanto especificamente agrícolas, como ornamentales, industriales, aromáticas, etc. También fueron muchas las que introdujeron y adaptaron al clima andalusí, entre las que podemos citar el naranjo, el limonero, el toronjo, el limero, la palmera datilera, la caña de azúcar (قـَصَبُ سُكَّر / qa. sabu s-sukkar), y también el arroz (أَرُزّ / Âruzz) y el algodón (que se plantaba en marzo), etc. Las plantas aromáticas y medicinales se cultivaron mucho en Granada; era muy valorado el azafrán (que se cosechaba en noviembre) de Toledo, Valencia y Andalucía; las tierras de secano eran dedicadas a los cereales -que abundaban por toda la geografía andalusí- y a los viñedos; había olivares en Granada, y eran famosos los sevillanos del Aljarafe (الشـَرَف / ax-Xaraf) y al-Ándalus exportaba aceite; en las regiones levantinas arraigaron importantes cultivos, como el arroz, la palmera datilera y el naranjo -en principio era planta ornamental-; este último también se plantó en algunas zonas andaluzas, junto con la caña de azúcar y el plátano. El algodón se plantó en Sevilla y Granada, y el lino en los alrededores del río Genil. Miles de aldeas se dedicaron a la sericultura (los gusanos de seda nacían en marzo) en Andalucía.

Respecto a la ganadería, se criaban caballos en las sierras de Málaga y Granada, y las bestias de tiro y carga más habituales eran el asno (los de Andalucía eran muy valorados) y la mula (famosas las que se criaban en Mallorca). También se importaron camellos, cuya permanencia está constatada aún en el s. XIV en Almería. Igualmente se importaron búfalos, y era normal en los mercados hallar queso de búfala. Los bueyes se usaban preferentemente en las explotaciones rurales. Las ovejas se criaban en el centro y el este de la Península mayormente, y también en Andalucía, donde se consumía el queso de oveja; se criaban cabras en Cádiz por su carne. El cerdo también se explotó, aunque estaba prohibido para los musulmanes. En todas las fincas se criaban palomas, que proporcionaban diversas utilidades. Además de criarlas por su carne, sus excrementos servían para curtir las pieles y como abono; asimismo servían como correos. También se criaban pollos, y en menor cantidad ocas. La cría de abejas (apicultura) también era explotada en Andalucía, recogiéndose la miel en mayo. En lo que concierne al pescado, la dieta andalusí era abundante, tanto salado y seco en el interior, como fresco en la costa. Se pescaba el atún y la sardina, así como el esturión y el sábalo cuando era la época de remontada en los ríos. Se pescaba con diversos tipos de redes, como la almadraba (المَدْرَبَة / al-madrabaä) y la jábega.

No hubo muchas innovaciones en la actividad minera, y parece que se limitaron a emplear los recursos humanos y técnicos que había en la Península. Se sabe que extraían el hierro en la zona del valle del Guadalquivir; la plata en Murcia (y magnetita) y Córdoba (el plomo en Cabra); el cinabrio en Almadén (المَعْـدِن / al-maªdin que significa "la mina"). El cobre se obtenía de Toledo y Huelva; el oro se sacaba de las arenas fluviales del Darro, del Genil, del Segre y del Ebro. La piedra se extrajo de la sierra de Córdoba, y el mármol de Macael y de las sierras granadinas; la sal se extraía de muchos lugares, tanto litorales (Alicante, Cádiz, Almería, etc.) como interiores (Zaragoza).

SEGUNDA PARTE DEL ARTÍCULO: BOTÁNICA Y MEDICINA



Búsqueda personalizada

Copyright Germán Moreno de la Cuz