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La ciencia occidental anterior al Islam




Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, etc.
Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, etc.

Para abordar esta cuestión hay que echar un vistazo a la situación en que se hallaba Europa antes de que el Islamismo naciera como civilización y se expandiera en el mundo.

Por toda Europa reinaba la decadencia, tanto política, como cultural y científica. En los siglos precedentes las sucesivas oleadas destructoras de las tribus bárbaras que llegaban desde el Norte y desde el Este habían ido minando poco a poco los cimientos del Imperio Romano hasta disolverlos por completo en sus territorios occidentales, que reciben cantidades ingentes de inmigrantes y de tropas invasoras, que se mezclan con las poblaciones existentes o las desplazan, ocasionando un cataclismo social y desorganizando los sistemas administrativos y productivos de los lugares ocupados, moviendo las fronteras y desmembrando y creando estados y naciones, y nuevos moldes sociales, económicos y políticos.

Bizancio, a salvo de estas calamidades, logrará sin embargo mantener la parte oriental del Imperio durante diez siglos más, conservando el prestigio del mismo, la dignidad imperial, la lengua latina y el derecho romano, y mucha de la ciencia antigua, sirviendo de estereotipo, pues aunque Roma cayó estrepitosamente, su esencia era eterna e inolvidable para aquellos pueblos que fomaron parte de ella, y estaba destinada a convertirse en la pauta a seguir por la civilización occidental, que la admiraba y respetaba, al menos en el terreno jurídico y político. Con el Imperio Romano desaparecido, lo único que puede decirse que unía a una gran parte de Europa era el Cristianismo, que conseguía adeptos sin cesar y se expandía incontenible, ya que los bárbaros recién llegados solian adoptarlo en su mayoría; y por ello, por cierto, a la Iglesia no le pareció tan mal la llegada de estas muchedumbres que arramblaban con todo a su paso, pero que después formaban sus óptimos "rebaños".

Pero Roma no se había preocupado de las ciencias positivas, y si uno quiere leer algo de la época sobre astronomía, seguramente se encontrará que quienes más hablan del cielo son los poetas, como Virgilio, Ovidio, Horacio, Séneca, etc., y además usando materiales de los griegos, mayormente; puede citarse a Plinio, Manilio, Vitrubio, Plotino, y pocos más. Luego vinieron algunos autores que surgieron en el seno de la Iglesia, como Boecio, el italiano Casiodoro, Beda el Venerable en Inglaterra, San Gregorio de Tours en Francia, y San Isidoro de Sevilla, que tuvieron un papel cultural destacado. Pero la Cristiandad, al tomar el relevo, fijaba sus metas en otros "cielos" absolutamente quiméricos, y en fantasías y disputas que impedían el progreso y el desarrollo en el conocimiento de la realidad del mundo. No puede olvidarse que los claustros y cenobios, con sus bibliotecas y copistas, se aprestaron fervorosamente a rescatar los restos de la catástrofe, pero el panorama era poco halagüeño: no había maestros ni libros apenas, y los sabios y estudiosos bastante tenían con intentar compendiar la poca ciencia a la que tenían acceso, de fuentes latinas. Quizás el hecho más trascendental que se debe a la religión de estás épocas es el invento de la "Era cristiana".

La personalidad cristiana más influyente en la enseñanza de la época fue sin duda San Agustín (354-430), forjador de una filosofía propiamente cristiana, que era en realidad una filosofía teologizada, pues afirma que "la auténtica filosofía es la verdadera religión". En todo caso era una conciliación entre la filosofía y la revelación. El plan de estudios escolástico tenía como material de enseñanza las llamadas Artes Liberales, encauzadas hacia el entendimiento de los textos revelados. Estaban formadas por el trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Precisamente la falta de materiales de estudio para este último fue uno de los motores impulsores de las traducciones de los textos árabes, y el caudal y la importancia de la información trasvasada pronto originó la aparición de nuevas disciplinas, y dicho plan se mostró insuficiente y empezó a ampliarse y diversificarse. Al mismo tiempo surgió el interés -basado en la conveniencia- de los cristianos por aprender y comprender la lengua y el pensamiento musulmán (y otras lenguas y pensamientos), con la intención de fomentar las relaciones e incorporar mejor ese legado. Suele mencionarse el llamado "Renacimiento carolingio" que se produjo durante el reinado de Carlomagno, pero en realidad se trató más bien de una actividad destinada a la formación de clérigos y funcionarios, aunque los temas filosóficos investigados por su Escuela Palatina fueron retomados por muchas otras investigaciones mediovales posteriores, y a imitación suya surgieron otras escuelas, sobre todo en Francia.

En el terreno puramente ideológico, el Islam compitió con la religión de Cristo, lo cual trajo el primero de los beneficios, dado que contuvo y dificultó en esa parte del mundo su avance. En segundo lugar, originó las cruzadas contra los mahometanos, con lo que produjo el segundo de los beneficios indirectos, ya que los esfuerzos bélicos se dirigieron hacia el exterior, evitando muchas guerras intestinas, y además se aumentaron las relaciones comerciales y culturales entre Oriente y Occidente y se recuperó el dominio en el Mediterráneo. Todo esto dió lugar a las primeras organizaciones mercantiles y financieras modernas. De no haber triunfado el Imperio Islámico, ¿cuál sería el estado actual de las cosas, cultural y científicamente hablando? No creo que sea exagerado decir que el mundo iría algún que otro siglo más atrasado, en el mejor de los casos. Por desgracia para el Islam, tras la desaparición de su Imperio la situación se invirtió, y ahora es el mundo islámico el que va retrasado con respecto al occidental. Jugarretas del Destino, que en cierto modo pueden servirnos de espejo para adivinar qué hubiera sido de nosotros en el peor de los casos, lo cual logramos evitar -paradójicamente- gracias a la civilización islámica (árabe y andalusí) que nos abrió las puertas de la modernidad antes de sucumbir.

Pero lo verdaderamente importante fue que los arábes se tomaron un interés realmente soprendente en un pueblo inculto salido del desierto, progresivo y creciente, por las ciencias, que alzaron hasta una altura intelectual y científica inaudita. Quisieron hallar un sostén racional a sus creencias, y esto los llevó muy lejos. Los europeos encontraron un legado precioso que supieron convertir en progreso y logros inmediatos.



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