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Las horas canónicas




Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, árabes, hebreas, sánscrito, jeroglíficos, etc.

Estas horas son las mismas horas temporales examinadas en la página anterior, sólo que en los relojes que hicieron los cristianos se llamaban así, horæ canonicæ, porque los relojes empezaron a construirlos los monjes y los clérigos y estaban destinados para el uso de las órdenes religiosas en los monasterios y edificios religiosos, donde comenzaron a proliferar hacia el s. VIII, y aunque los hacían también horizontales, preferentemente los instalaron en los muros y las paredes. Este interés de los religiosos provino de la fundación de la orden de San Benito en el s. VI, que estableció con todo rigor los momentos de los oficios religiosos en determinadas horas, lo que hizo que los monjes tuvieran que aplicarse al estudio de la gnomónica si querían cumplirlos fielmente.

Claro está que no sólo usaban relojes de sol para medir el tiempo, sino que también se servían de clepsidras, relojes de arena, velas, y hasta por el número de salmos que cantaban. La forma más habitual de los relojes canónicos era un semicírculo que dividían en partes iguales: unas veces trazaban 6 partes -30º por hora-; otras veces lo dividían en 8 partes -22.5º por hora-; y también en 12 partes -o sea 15º por hora-; y otras veces como les daba la gana, ya que había bastante arbitrariedad y poco conocimiento de la materia en los constructores de relojes en aquellos tiempos. La siguiente imagen ilustra lo dicho:

Cuadranes solares de horas canónicas

Los tres primeros son reconstrucciones de otras tantas variantes de cuadrantes solares canónicos antiguos verticales, erróneamente trazados o despreocupadamente trazados, ya que dividiendo un cuadrante en partes iguales no se obtiene un reloj de horas temporales, que es lo que debería ser; la cuarta es un reloj vertical meridional de horas temporales -canónicas- bien trazado. Parece que entre el primero y el cuarto no hay diferencias, pero es debido al pequeño tamaño, que no permite apreciar que las divisiones del ultimo cuadrante no son idénticas, y además no convergen en el punto de arranque del gnomon, que era una varilla perpendicular al plano del reloj o la pared.

Estos relojes no tenían líneas especiales para las oraciones cristianas, y la Iglesia "superpuso" o "impuso" a la sociedad laica la medición del tiempo en función de las necesidades eclesiásticas, usando las líneas horarias que coincidían con los rezos para sus oficios. Existía además una figura llamada vigía o campanero, que era casi un reloj humano, encargado de los toques de campana para avisar a la población. Los rezos eran: a medianoche, maitines; a las 3, laudes; a las 6, prima, se daban tres toques de campana; a las 9, tercia, dos campanadas; a las 12 era el mediodía, sexta, una campanada; a las 15, nonas, dos campanadas; a las 18, vísperas, tres campanadas, y a las 21, completas, cuatro campanadas. Estas horas provenían de la cristianización de las horas romanas. Y el calendario anual puede decirse que se convirtió en la relación de las fiestas de la Iglesia, medido en torno a dos momentos capitales: la Navidad y la Pascua de Resurrección, que sustituyeron a las celebraciones paganas.

O sea que resumiendo las horas canónicas son el resultado de la superposición del horario eclesiástico sobre el horario temporal natural heredado de la sociedad romana, y permaneció hasta el s. XVII antes de ser reemplazado por las horas iguales, con las que convivió varios siglos. No puede decirse que sea una de las épocas más florecientes de la gnomónica. En las próximas páginas veremos los tiempos de horas iguales, que precisamente fueron los que reemplazaron a las horas temporales.



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